19 Oct ¿No te suena? Hablemos de sujeciones
No siempre es así, pero muchas veces sí:
Vicente y Mª José, hermanos, han decidido ingresar a su padre en una Residencia de Ancianos. Hasta ahora vivía con ellos, un mes con uno y otro mes con el otro, pero tal y como ha evolucionado su padre ya no pueden más y lo llevan a una Residencia. Cada uno tiene su familia y su trabajo y sufren por no poder prestar todas las atenciones que precisa su padre.
José, de 87 años, diagnosticado de Alzheimer, aún los reconoce y les llama, casi siempre, por sus nombres. Vive con ellos desde que empezaron a darse cuenta de que no podía vivir solo y la posibilidad de poner un cuidador o cuidadora no era posible por motivos económicos. Come bien solo sin apenas ayuda, colabora en su aseo personal, es muy tranquilo y cariñoso. Pero por las noches se trasforma, las pasa fatal, duerme poco, habla en voz alta, se levanta de la cama e intenta ir solo al baño; en una ocasión, además de no encontrarlo, terminó en el suelo, menos mal que Mª José lo auxilió rápido y no tuvo apenas consecuencias, sólo un ligero hematoma en la frente.
Preocupados por estos trances, recurrieron al médico del Centro de Salud y éste les recomendó poner barandillas a ambos lados de la cama y colocarle un cinturón por las noches.
A raíz de todo esto, se dan cuenta que el deterioro cognitivo de su padre va muy rápido; pasa las noches muy nervioso, grita y llama. Vicente vuelve a consultar con su médico de cabecera y éste le receta a su padre medicación para que permanezca dormido por la noche y esté “tranquilo”, por lo menos hasta la mañana.
No pueden más; más gritos desde la habitación de José y por las mañanas más malos olores, ya no retiene la orina. Cuando acuden a atenderlo está agresivo, les contesta y grita. No para durante el día.
No pueden esperarse más y llevan a su padre a una Residencia privada hasta que les adjudiquen una plaza publica. Unos meses más tarde lo trasladan a la Residencia que les ha asignado la Generalitat Valenciana. La organización de este Centro es diferente, el médico, entre otras cosas, les pide autorización para retirarle a su padre las sujeciones.
Se sienten “descolocados”, pues hasta ahora les habían recomendado todo lo contrario; de hecho en la otra residencia llevaba barandillas en la cama e incluso cinturón en el sillón. Ahora resulta que esto atenta contra la dignidad humana. “¿Y si se cae y se golpea en la cabeza?” “¿Y si se rompe la cadera?”. El médico les cuenta todos los efectos secundarios que producen las sujeciones. Les informa sobre todas las medidas que van a utilizar para evitar caídas y que si las hay, sean las consecuencias lo más leves posibles.
Los dos hermanos, Vicente y Mª Jose, tienen mucha prisa pues los dos tienen que regresar al trabajo. Apenas sin hablar entre ellos firman todo lo que les ofrecen y salen corriendo de allí, no sin antes dejar patente su mal humor y advertir que, a su padre no le “pase nada”. No piensan dejar pasar ni una y no les va a temblar el pulso, cuando su padre se caiga, para denunciar a los responsables.
En pocas semanas, José va solo al baño por la noche, pues una luz encendida le guía hasta él, no grita para que le liberen de su prisión nocturna, tiene más masa muscular, más apetito, habla con sus iguales de la residencia y, a veces, acierta el día de la semana que es. Ha vuelto a sonreír, igual que sus hijos.
Como Mª Jose y Vicente, muchos familiares han tenido que sufrir una retirada de las sujeciones. En un principio, el sentimiento de frustración existía en ellos, pues al ingreso se les ofrecía la adquisición de cinturones “por si acaso” y ahora resulta que esa medida atenta contra la dignidad humana, puede generar terrores nocturnos, anorexia, desorientación, ansiedad, un mayor deterioro cognitivo y un sin fin de efectos secundarios.
Con las sujeciones sólo conseguimos justificarnos nosotros, “no hay peligro, no pasa nada”. Todas las ventajas que creemos conseguir al sujetar caen por su propio peso cuando uno se informa y conoce todos los efectos secundarios que producen éstas. Es indigno estar sujeto, todos deciden por el usuario y nadie piensa en adaptar los cuidados y las necesidades a la persona a la que se cuida.
¿Aún hay alguien que piense que atar a una persona no es maltrato?
Cuando una Residencia se plantea cambiar su forma de cuidar y opta “por convencimiento” cuidar sin sujetar, en muy poco tiempo, menos de seis meses, los trabajadores se han concienciado y han empezado a tener el mismo discurso a favor de la política de retirada de sujeciones, pues así lo sienten. Las sujeciones pueden y deben retirarse persona por persona y una tras otra. Debe analizarse cada caso para dar una respuesta individual. Debemos informar y pedir la colaboración de los familiares en todos los casos.
Las reuniones con los familiares, la retirada de las sujeciones que no estaban pautadas ni recomendadas y, sobre todo, la trasmisión de confianza del grupo logran que la residencia deje de ser un lugar cerrado de personas mayores, para pasar a ser el hogar de personas mayores.
¿Cómo quiero ser tratado el día de mañana? ¿Se puede cuidar sin necesidad de sujetar?
Este caso esta basado en el articulo:
Oscar Layana. ¿Qué existe detrás de la retirada de sujeciones?. Blog envejecimiento en red [Internet].25/09/2015 [fecha publicación]. https://envejecimientoenred.wordpress.com/2015/09/25/que-existe-detras-de-la-retirada-de-sujeciones/
Dr.José Pascual Bueno
Presidente
Dignitas Vitae
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